Cómo transformar las heridas de la infancia para poder avanzar

 

Las heridas emocionales que se generaron en la infancia y que hemos venido arrastrando hasta nuestro presente sin darle el cierre requerido, generan efectos que en ocasiones resultan devastadores para la vida adulta.

El superar los traumas o creencias que se instauraron en nosotros como verdades absolutas, requiere de un trabajo personal que contribuirá al mejoramiento de nuestra vida en el presente. Es posible que aquello que no se resolvió en el pasado, y que se guardó en una especie de “caja de pandora personal”, nos afecte de forma continua y quizás ni lo hayamos notado.

Cómo transformar las heridas de la infancia

Existen muchos aspectos a tomar en consideración para lograr superar las heridas de la infancia y transformarlas en oportunidades que nos permitan avanzar.

Paso 1. No trates de ocultar aquello que te hirió

Bastante acertada es la frase que afirma que “la vida es tan buena maestra que hasta que no dominas la lección, te la repite una y mil veces“. Tal cual a la frase sucede cuando cometemos el error de ignorar las heridas abiertas que hemos venido arrastrando, pues se repetirán una y mil veces por medio de situaciones que revivirán en ti el dolor.

Muchas veces se ha escondido tanto la herida, que de manera inconsciente se experimenta el sufrimiento, pero no se sabe de dónde proviene.

El primer paso es reconocer esa herida o trauma que se generó en tus primeros años y que a pesar del tiempo no has superado. Se trata de darle cabida dentro de ti, de aceptarla como parte de tu vida.

Ésta es una fase que no puedes saltar o ignorar porque al darle un espacio en tu vida estarás concientizando de aquello que te afecta.

No se trata de mirar los procesos de nuestra infancia que en la actualidad causan mella en nosotros para aferrarnos al dolor y revolcarnos en el sufrimiento. La idea es incorporarlos, resolver y cerrar éstas situaciones inconclusas, tomar el aprendizaje que dicho contexto nos puede ofrecer y continuar adelante, pero ésta vez, sobre un terreno más firme y con menos altibajos.

Paso 2. Perdona a los otros y a ti mismo

El perdón es la máxima liberación que puede experimentar un individuo. El resentimiento te estanca en medio de situaciones que en nada te benefician, por el contrario, te restan.

El odio y el rencor condenan a las personas a una especie de paralización que puede llegar a generar diversas enfermedades. Estos individuos no avanzan porque gastan todas sus energías en la rabia que les ocasionó un suceso específico, y dedican su vida a desear la destrucción de ese ser o sencillamente a destruirse a ellos mismos por venganza.

Si deseas avanzar, debes deshacerte de cualquier resto de resentimiento, perdonar a quien te ocasionó el daño y a ti mismo por haberlo permitido y por el dolor que todavía sientes.

Al perdonar a la persona que te hizo daño, podrás retomar las riendas de tu vida y enfocarte en tu propio bienestar. Si te perdonas a ti mismo y reconoces que eres un ser humano y que como tal la tendencia natural es a equivocarte, ese dolor y la vergüenza que sentiste a causa de tu debilidad se transformarán en oportunidades para concretar aquellos planes que hasta hoy mantuviste en pausa.

Paso 3. Acepta tu emocionalidad

La carga emocional que cada persona tiene dentro de sí es innegable. Si recién estás descubriendo que en tu presente experimentas un profundo dolor que tiene su origen en situaciones del pasado, es indispensable que te concedas el permiso para sentir y desahogarte de ser necesario. Dejar fluir estos sentimientos contribuye a superarlos.

Reprimir las emociones en nada nos ayuda a sentirnos mejor, por el contrario, es vivir el día a día con una especie de nudo en la garganta por el llanto retenido. En muchas ocasiones, los motivos por los que se ocultan éstas heridas emocionales se asocian con el temor a revivir el dolor. Quizás recordar estos episodios significa reavivar la dura sensación por las que nos tocó pasar en esos años.

Puede que ciertos recuerdos te perturben pero lo positivo es que también actúan como un punto de partida para descubrir en qué medida este pasado te afecta en la edad adulta. Muchos, como mecanismos de defensa, adoptan corazas que traen incorporadas de tal forma a sí mismos que ni siquiera las notan.

Las armaduras tienen su parte positiva porque ayudan a la persona a protegerse de situaciones que merman sus capacidades y que les cuesta enfrentar pero al mismo tiempo les aleja de la vida, del disfrute, del verdadero contacto humano y hasta consigo mismos.

Nunca es sano escaparse de la realidad y si por medio del trabajo terapéutico descubres que la coraza que en algún momento asumiste para protegerte ha afectado tu desempeño o te aleja de tus semejantes, es el momento para fragmentarla y dar la cara a la vida de forma valiente.

Debes saber que la única persona capaz de destruir esa coraza es aquel que la construyó, sólo esa persona tiene el poder y la capacidad para quitarla cuando así lo decida.

Paso 4. No pierdas tiempo en hallar culpables

Esta conducta no es para nada constructiva ni genera ningún tipo de beneficio. Tener el conocimiento de quien tiene la culpa no retrocederá el tiempo ni borrará los acontecimientos. Lo que si te aporta es el conocimiento de que sólo tú tienes el poder para superar los efectos que estos eventos desencadenaron en tu psique.

El pasado no se puede alterar o cambiar pero cada día es una oportunidad para hacer algo bueno con nuestro presente. Mantener la mirada en el pasado sólo nos convertirá en víctimas eternas de las adversidades.

Te has preguntado cómo sería tú vida hoy si esas heridas emocionales no existieran. De repente concluyes que tu vida sería mejor, y no te quito la razón, pero es posible retroceder hasta allá y borrar todo. Lamentablemente no, entonces sólo queda superar, tomar lo que aporte algo positivo a tú vida actual y continuar adelante.

 

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