Dolor oncológico: Un síntoma no controlado en casi la mitad de casos

  • por EFE lunes 22 enero 2018

REDACCIÓN INTERNACIONAL.- El dolor oncológico está muy presente en los pacientes con cáncer, aunque en casi la mitad de ellos es un síntoma que no está controlado.

Esta es la razón por la que cuatro sociedades médicas se han unido para crear una guía de consenso dirigida a los profesionales con el fin de coordinar el trabajo de los especialistas implicados

Distintas escalas para medir el dolor. Imágenes extraídas de la Guía para el Abordaje Interdisciplinar del Dolor Oncológico.

La Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la Sociedad Española del Dolor (SED) y la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) han publicado la primera guía para el abordaje interdisciplinar del dolor oncológico con la colaboración de Grünenthal Pharma.

“La causa más habitual del dolor en pacientes oncológicos es la ausencia de una adecuada integración entre los diferentes profesionales”, asegura el doctor Alberto Alonso, coordinador de la guía y subidrector de la revista Medicina Paliativa de la SECPAL.

Según la guía, los objetivos del abordaje consensuado del dolor oncológico son:

Posicionar al paciente como centro de ese tratamiento y promover que sea parte activa del proceso. Adecuar el tratamiento a la fase correspondiente de la enfermedad: tratamiento quirúrgico, tratamiento con quimioterapia y/o radioterapia; tratamiento paliativo o terminal, largo superviviente… Constituir el tratamiento del dolor en uno de los pilares básicos y más importantes del tratamiento de soporte, ya que está demostrado que la mejora del dolor mejora la calidad de vida, con especial énfasis en los pacientes con cáncer, produciendo un aumento en la supervivencia. Realizar una valoración integral psicológica del paciente, así como de su entorno familiar. Incluir el cuidado y manejo domiciliario para proporcionar una atención óptima, evitando ingresos innecesarios. La prevalencia del dolor oncológico

La prevalencia del dolor oncológico es elevada, alcanzando el 90% en fases terminales. Con frecuencia está asociada con la progresión tumoral; con el aumento de la incidencia anual y con la afectación de la calidad de vida del paciente.

Dado el incremento de la incidencia de tumores malignos, junto al envejecimiento de la población y la mayor supervivencia de los pacientes, el dolor oncológico seguirá teniendo un papel protagonista. Por eso, la guía señala que “el tratamiento del dolor debería estar enfocado como un problema en los sistemas de salud”.

La prevalencia del dolor oncológico es variable aunque se estima que se sitúa alrededor del 53% de forma global, oscilando entre el 30% en el momento del diagnóstico y el 90% en estadíos avanzados de la enfermedad.

También la prevalencia es diferente según la localización del tumor, siendo más frecuente en los tumores de cabeza y cuello (70%), tumores ginecológicos y gastrointestinales (60%), así como tumores de mama, pulmón y urogenitales (50-55%).

Infratratamiento del dolor

El dolor oncológico y su abordaje incorrecto afecta a la calidad de vida del paciente, a la adherencia al tratamiento y también a la supervivencia.

El estrés emocional se incrementa cuando hay dolor y se reduce cuando es tratado, además de existir una asociación entre depresión y dolor.

Por eso es importante tratar el dolor, pero al menos entre el 30 y 40% de los pacientes no lo tienen controlado siendo infratratado. El tratamiento inadecuado del dolor crónico provoca un aumento de las hospitalizaciones que se podrían evitar.

La principal causa es la falta de formación de los especialistas que influye a la hora de evaluar acertadamente, por lo que la guía recoge la necesidad de educar no solo a los profesionales sanitarios, sino también a pacientes y familiares, además de instar a mejorar la comunicación médico-paciente.

Estas son las barreras para el adecuado tratamiento del dolor oncológico recogidas en la guía:

Tipos de dolor oncológico: Somático: Consecuencia de la afectación de órganos densos como huesos, músculos y tejido celular subcutáneo. Se caracteriza por estar localizado en la zona afectada; incrementarse con la presión de dicha área; ser sordo y continuo (aunque pueden presentarse exacerbaciones temporales en su intensidad). El mejor ejemplo de dolor somático en paciente con cáncer es el dolor producido por una metástasis ósea. Visceral: Producido por estimulación de los receptores de dolor a nivel de las vísceras, como pulmón, intestino, hígado y páncreas. Es una de las formas de dolor más frecuente ocasionada por diferentes enfermedades. Dolor neuropático: El dolor producido como consecuencia directa de una lesión o enfermedad del sistema nervioso central o periférico. Este hecho hace que englobe múltiples patologías y un espectro clínico muy amplio con signos y síntomas que difieren en pacientes distintos. Es frecuente en el paciente oncológico y puede estar causado por el propio tumor, por su tratamiento o por enfermedades relacionadas. Dolor mixto: Cuando se padece al mismo tiempo la combinación de más de un tipo de dolor. El somático o visceral, además del neuropático. Dificultad para su diagnóstico y, por tanto, para su tratamiento. Dolor irruptivo, episódico o transitorio: Exacerbación transitoria, de alta intensidad y corta duración (menos de 20-30 minutos) que aparece sobre la base de un dolor estable y persistente, que ha sido reducido a un nivel tolerable por medio de tratamiento con opioides potentes. Tratamiento del dolor oncológico

El planteamiento del estudio y tratamiento analgésico del dolor oncológico debe basarse en la regla “ABCDE” , establece la guía.

A: Averiguar de forma constante la situación del paciente en cuanto a su dolor y medirlo sistemáticamente. Para ello es preciso interrogar regularmente al paciente mediante instrumentos de evaluación y los síntomas relacionados. B: Basarse siempre en la información que el paciente hace sobre el dolor y lo que lo alivia. El autoinforme del paciente y su familia es imprescindible. C: Capacitar a los enfermos y sus familias para el control de las situaciones. Es importante formar a pacientes y familiares para que participen en el control analgésico desde el inicio y a lo largo de la enfermedad. D: Distribuir las intervenciones de forma coordinada para que sean oportunas, lógicas y coordinadas. E: Escoger siempre la mejor opción analgésica de acuerdo con el paciente, con la familia y con la situación concreta. Tipos de tratamientos: Tratamientos específicos para el dolor producido por la enfermedad como quimioterapia, radioterapia, cirugía, hormonoterapia, ultrasonido, inmunoterapia… Anagésicos tradicionales. Coanalgésicos y coadyuvantes utilizados en el dolor neuropático ya que, aisladamente, se pierde la parte de manejo real en estos pacientes, su complejidad y asociación con analgésicos comunes. Tratamiento intervencionista: Reservado para aquellos pacientes en los que, a pesar de utilizar un correcto abordaje mediante fármacos analgésicos, no se logra alcanzar un control adecuado del dolor Malestar también emocional

El dolor, sin duda, genera también un importante malestar emocional, por lo que el papel de psicólogos y psiquiatras es importante, junto al resto de especialistas, en el manejo global del paciente oncológico.

Además, “los problemas en reconocer y tratar el malestar psicológico en pacientes con cáncer y con dolor es una causa frecuente en el mal control del dolor”, apunta la guía.

Los problemas psicológicos son uno de los principales factores que agravan la percepción del dolor en el paciente. Este aumento del malestar emocional está relacionado con la enfermedad en sí (su progresión, pronóstico, incapacidad funcional y aumento de dependencia); con el propio paciente y sus miedos al dolor y a morir; los problemas que genera la enfermedad en el ámbito familiar; la relación con el equipo médico y con el propio tratamiento.

Además el dolor está asociado a otras manifestaciones como ansiedad, depresión, síndrome de desmoralización e incluso mayor riesgo de suicidio, por lo que el dolor conlleva un tratamiento físico pero también psicológico y psiquiátrico.

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